En el corazón del barrio San Francisco, en el fondo de una vivienda de calle Díaz y Santa Cruz, entre árboles y piso de tierra, hay un gimnasio improvisado donde un niño de 11 años entrena con constancia y a voluntad para seguir con el legado familiar: el boxeo. Se llama Julián, nieto del reconocido entrenador ya fallecido Eduardo Fernández y sobrino de «Fito», su mentor, y Ezequiel, ex campeón argentino de los superplumas. Un chico que ya se subió a un ring, que entrena diariamente como si fuera un profesional y que pese a su corta edad, tiene ambiciosos sueños. «Yo quiero se campeón del mundo», asegura.
Julián es hijo de Mercedes Fernández y Daniel Rivero. Lleva con orgullo ambos apellidos, pero sabe que el de los Fernández está atravesado por una fuerte historia de gloria dentro del boxeo. Su abuelo, quien falleció en 2017 tras una larga lucha contra la diabetes, fue el pionero. Eduardo fue boxeador (ganó 7 de las 9 peleas que disputó) y cuando su esposa Ángela Quiroga empezó a darle sus primeros hijos tuvo que colgar los guantes para llevar el pan a la casa. Pero siguió ligado al boxeo como entrenador, sobre todo al Club Mocoroa, la institución que le abrió las puertas en 1985 y se convirtió en su casa.
La pasión por la bolsa y los guantes se la transmitió a sus hijos. Ángel, conocido como «Fito», empezó a seguir los pasos de su padre y como su carrera como boxeador duró poco, empezó a acompañarlo desde afuera del ring. Ezequiel, quien se crio prácticamente en las instalaciones del mítico club de calle Mendoza, fue la gran apuesta de la familia. El joven de 29 años fue campeón mundial juvenil del Consejo Mundial de Boxeo, campeón argentino de peso superpluma y hasta tuvo la chance de pelear en Filadelfia, Estados Unidos, y entrenar en España con el ex profesional argentino Luciano Cuello.
Ahora los ojos están puestos en la tercera generación de los Fernández. Si bien está también Tobías, hijo de Ezequiel, y Germán, mellizo del protagonista de esta historia, es Julián quien mostró mayor interés por el deporte que corre por las venas de toda una familia. «Son las 18hs y ya me está apurando para entrenar. Le gusta, le apasiona. Además es un niño muy capaz, con una izquierda potente que puede aplicar en cualquier movimiento», asegura «Fito», su entrenador y tío.
Los inicios de Julián en el boxeo fueron en el patio de la casa familiar, de la mano de don Eduardo. Después se sumó a los entrenamientos en el Mocoroa, de la mano de su tío «Fito», y ahora, con la suspensión de la actividad por la pandemia de coronavirus, continúa practicando otra vez desde casa. En el fondo del hogar hay manoplas, bolsa y una soga. También lo acompaña Juan de Dios Acosta, exboxeador y gran referente del deporte local. «Julián trae incorporado el boxeo, es innato. Pero es importante que empiece a practicar a temprana edad. Eso le dará un plus cuando le llegue la hora de debutar», agrega «Fito».
El chico ya tuvo una exhibición en el Mocoroa, frente a una multitud, y en dos años ya podrá encarar su carrera como amateur, para luego apuntar al profesionalismo. Aunque es un niño, goza de una madurez envidiable que le permite decidir y soñar sobre su futuro. «Esto me gusta desde chiquito y quiero llegar lejos. Yo quiero ser campeón argentino, sudamericano y mundial.», dice sin nada de timidez.
Juan de Dios Acosta, rendido a los pies del chiquitín
El famoso entrenador de boxeo, hoy en la escuelita de Colón Junior, se convirtió en una especie de «maestro» para Julián y todos los chicos Fernández. Ahora por el brote de coronavirus dejaron de tener contacto, pero sigue atento al rendimiento del joven a través de «Fito». «Es un pibe que tiene muy buenas condiciones. Él está aprendiendo, yo me aboco a la defensa. Es habilidoso. En eso me baso yo para que el día de mañana salga un muy buen boxeador. Que venga de una familia de boxeadores influye mucho, tiene todos los instrumentos para saber qué es bueno y qué es malo», sostiene Juan de Dios Acosta.
FUENTE: Tiempo de San Juan/Carla Acosta